La maternidad es sin duda un entrenamiento para el desarrollo de grandes fortalezas, posibilita de manera genuina habilidades blandas que enriquecen la personalidad y otorgan herramientas para el cuidado de los hijos. Y fuera de la familia, también benefician enormemente a los equipos de trabajo. ¡Que bien por nosotras!

Somos multifacéticas:

Para nosotras es muy común ser capaces de hacer varias cosas a la vez. Mientras trabajamos en el computador, ayudamos a los niños con las tareas y decidimos el menú para la noche. ¿Por qué pasa eso? Un innovador estudio del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos asegura que el cerebro femenino (la materia gris) crece luego del parto, lo que le permite a la madre realizar más de una cosa a la vez. ¡Qué sabia es naturaleza! ¡Nuestro cuerpo al servicio de nuestras necesidades y cambios!

Somos más sensibles a nuestro entorno:

Estamos entrenadas para estar en alerta, atentas a escuchar a nuestros hijos y atender sus necesidades. Esta característica que nos surge de manera natural, nos hace ser líderes empáticas y cálidas, que logran promover las alianzas y el trabajo colaborativo. Además es la siembra para la cosecha de un clima laboral más agradable.

Somos eficientes y organizadas:

Somos mamás, parejas, trabajadoras y administradoras del hogar. Tenemos múltiples roles, así que valoramos nuestro tiempo y por lo mismo, priorizamos las tareas para poder dedicarles tiempo. Esto nos convierte en trabajadoras eficaces y disciplinadas, queremos dejar todo listo para estar con nuestros hijos.

Somos trabajadoras fieles:

La fidelidad es parte de nuestra esencia, sabemos que estamos ligadas a nuestros hijos de por vida, así que para cuidarlos, tratamos de minimizar los riesgos. Para nuestra empresa, eso se traduce en una menor rotación laboral y en la toma de decisiones prudentes, pensadas para el bien del equipo.

¿Se te ocurre alguna más? Quedo atenta a sus mensajes, comentarios y reflexiones,
Viviana.