19 Ago El desafío de hacer pareja: avión, piloto y copiloto
La posmodernidad ha permitido que hombres y mujeres desarrollemos habilidades blandas y duras. Así como los hombres han potenciado su sensibilidad y afectividad, nosotras, hemos fortalecido nuestra capacidad emprendedora.
En general, hoy nos sentimos cada vez más autosuficientes. Sin embargo, al reconocer la necesidad del otro, podemos complementarnos, aprender juntos y potenciarnos. Reconocer la interdependencia, implica un desafío: ¿Cómo conducimos el avión juntos?
La pareja es un equipo, por eso es fundamental ser flexible, y determinar que en algunos momentos, uno será el copiloto y a ratos, el copiloto. Ambos necesitan ceder, e ir tomando turnos en la conducción y dirección del proyecto común. Así, podrán ir adaptando los roles, según el tema, la situación, y la expertiz.
La educación de los hijos, es un buen ejemplo de esto. Sabemos que la crianza, involucra diversos ámbitos, y es muy difícil que una sola persona pueda tomar toda la responsabilidad que requieren los hijos. Por eso, es importante que puedan ir tomando turnos, y así, mientras uno toma el asiento del piloto, el otro puede descansar. Lo esencial es que el que lidera, pueda contar con que el otro está ahí, dispuesto a asistirlo. De esta forma, ambos comparten el control del avión.
En psicoterapia de pareja, atendí a quienes llamaré Pablo y Andrea. Se conocieron muy jóvenes y tenían una diferencia de edad considerable. Cuando se casaron, acordaron que ella se dedicaría a la maternidad y él sería el proveedor.
Después de 10 años de matrimonio, comenzaron a administrar un negocio y luego de un tiempo, empezaron las peleas. Discutían constantemente y estaban a punto de separarse. Eso los motivó a consultar.
A Pablo le costaba entender que su mujer había crecido, y tenía anhelos profesionales que antes no había considerado. Le era difícil aceptar la capacidad con la que Andrea podía pilotear el avión-empresa, y a ratos, se sentía disminuido y criticado cuando ella aportaba con ideas creativas que él no había pensado. A Andrea por su parte, se le hacía muy difícil salir de su antiguo lugar de dependencia, y tendía a culpar a Pablo por su falta de desarrollo personal.
En el trabajo terapéutico rescatamos lo bueno de su vida en pareja, y la solidez de su relación. Aunque el avión estaba pasando por turbulencias, que hacían que el camino se hiciera pesado, querían seguir juntos.
Pablo y Andrea descubrieron cómo valorar sus habilidades individuales, combinarlas y ayudarse mutuamente. Ambos se hicieron cargo de las dificultades personales que aportaban a la pareja, cuidando de no culpar al otro.
Andrea trabajó su inseguridad y frustración y Pablo aprendió a valorar los aportes de Andrea, y potenciar los propios. Tomaron conciencia del descanso y el aporte que implica contar con el otro respetando la diferencia de estilos. Fue un período de inestabilidad, pero salieron fortalecidos.
Ahora pilotean el avión con mucha más seguridad.
La vida en pareja es una aventura que a veces nos presenta desafíos. Si te interesa contar con un compañamiento para trabajarlos, contáctame,
Viviana.