Muchas personas creen que si van al psicólogo o la psicóloga, es porque están muy mal, que sus amigos los van a tildar de locos o se van a reír de ellos. Piensan que para ir un profesional de salud mental, hay que estar muy grave y en realidad puede ser que no comprendan bien el significado y la utilidad de la psicoterapia.
Puede ocurrir que piensen que sus problemas no tienen solución, sientan que nadie los va a entender, que no vale la pena. Consideran que pedir ayuda es un signo de debilidad, que ellos mismos deberían solucionar sus conflictos.
En realidad pedir ayuda psicológica requiere de mucha humildad. Decir «no puedo» no sólo es difícil, si no que implica fortaleza y humildad, así como un profundo anhelo, esperanza y confianza de ser ayudado.
Cuando una persona tiene un problema que lo tiene intranquilo, complicado, frágil, aislado, angustiado o asustado no es porque esté enfermo o “loco”. Puede ser que esté desorientado y necesitado de ayuda en la relación consigo mismo/a, su autoestima, sus emociones, sus relaciones familiares, de pareja, de amistad, de estudio y/o de trabajo.
La personas no siempre comprendemos lo que nos pasa o las causas de lo que nos sucede. Un psicólogo es un profesional que ha estudiado con profundidad los procesos confusos y difíciles que nos ocurren a los seres humanos y sabe cómo ayudar a las personas.
Pedir ayuda puede ser un signo de fortaleza, para esclarecer nuestras dificultades e ir encontrando la mejor manera para sentirnos mejor con nosotros mismos.
La tarea del psicólogo es ayudar al paciente a conocerse mejor, sin juzgarlo o decirle qué tiene que hacer. Mediante la psicoterapia se pueden modificar aquellos aspectos que nos hacen sentir mal con nosotros y con otros, que causan molestia e impiden avanzar.
Así se busca que las soluciones surjan desde adentro, en un espacio protegido, basado en la discreción y el secreto profesional.
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